El dato provisorio del ente rector indicó que entre los factores que gravitaron en la variación de las reservas actuaron a favor la apreciación del euro 0,21% y de la libra esterlina 0,51%, mientras que en sentido inverso se movieron las cotizaciones del oro, con 0,48% de caída y los títulos públicos en cartera que arrojaron un saldo negativo.
Nada dice sobre la incapacidad del superávit comercial, que según fuentes del mercado aportó en el día unos u$s50 millones, para sumar reservas, porque paralelamente operó en contra la venta de cambio del Banco Nación de unos 110 a 120 millones de dólares, según indicaron operadores de la City.
Según publicó Infobae, tampoco se hace mención del perjuicio que está provocando la desacertada política de la mesa de la Anses de pretender frenar la escalada de la cotización del dólar en el mercado libre con la creciente oferta de títulos nominados en moneda extranjera, porque contribuye a depreciar el precio de los títulos, y con ello afectar indirectamente las tenencias del propio Banco Central.
Una vez más queda a la vista cómo la impericia de quienes están a cargo del manejo de una política cambiaria que tiene altos costos en términos de generación de incertidumbre y por tanto desconfianza, poco contribuye a reactivar el comercio exterior.
Por el contrario, la imitación de una suerte de tablita cambiaria al estilo de la que se implementó a fines de los 70 por el gobierno de la dictadura militar por parte del ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz, incentiva el anticipo de pago de importaciones y retrasa la liquidación de exportaciones.
La Argentina ha mostrado en varios pasajes de su historia haber caído a niveles de reservas inferiores a los 10.000 millones dólares, por tanto la hemorragia no tiene piso. Pero en ese proceso el costo no sólo es alto en pérdida de crecimiento y generación de riqueza, sino también social, con acelerado deterioro de la calidad de vida de los habitantes, aumento de las suspensiones y despidos.
Hasta ahora los economistas no ven cuál es el piso que pueda hacer reaccionar a las autoridades económicas con políticas de cambio, no sólo en lo cambiario, sino también en lo fiscal. Por eso sólo se limitan a “esperar y ver” cuándo se perfora el piso de 30.000 millones y luego de 29.000 millones, y así sucesivamente.
El reflejo de esas tensiones fue la escalada del dólar libre a 10,95 pesos y el aumento de la brecha con el cambio oficial a más de 63 por ciento.