En su criadero de Balcarce, Riestra Semillas le está poniendo todas las fichas a la producción de híbridos de maíz y girasol.
Con un plan de inversiones que arrancó en 2005, el semillero ya cuenta con un invernáculo calefaccionado que le permite adelantar generaciones por año y está emplazando dos nuevas estructuras, además de montar dos campos experimentales, uno en la zona núcleo y otro en el oeste bonaerense.
La compañía lleva el nombre del lugar de donde proviene la colección original de germoplasma, Norberto de la Riestra. Allí trabajó el genetista Juan José San Martín, quien en los años 70 obtuvo una de las variedades pioneras en el desarrollo del cultivo de girasol por su amplia adaptación y difusión: Riestra 70.
Esta genética, más alguna proveniente del programa de Brett, se incorporó como base del trabajo de selección actual. Hoy, la compañía maneja un portfolio de cinco híbridos de girasol, cinco de maíz y dos de sorgo. ‘La aspiración del semillero es la de tener alcance nacional’, sostienen Alejandro Sánchez Pérez y Horacio Farengo, director comercial y asesor en mejoramiento, respectivamente.
Uno de los materiales que más satisfacciones les ha dado es el Albisol 2, un híbrido de girasol que se colocó muy bien en la provincia del Chaco, donde el área dedicada a este cultivo viene creciendo campaña tras campaña.
Sánchez Pérez y Farengo coinciden en que, en líneas generales, los materiales de girasol demuestran mayor plasticidad geográfica. “En maíz, en cambio, es donde podemos direccionar el mejoramiento a la obtención de materiales de adaptación zonal, porque su respuesta es mejor”, apuntan.
Uno de los desafíos que tiene Riestra Semillas es ofrecer al mercado híbridos de maíz con eventos de biotecnología. “Dos tercios del área maicera se siembran con transgénicos”, apunta Fernando Galdós, directivo de la compañía.
“Con materiales convencionales, el mercado se circunscribe al tercio restante”, agrega.
Por eso, para entrar en el mercado grande acaban de cerrar un acuerdo para incorporar, a su paleta de híbridos, eventos de resistencia a herbicidas (glifosato) e insectos (Bt).
Además, los campos experimentales en la zona núcleo les servirá de portaviones para el testeo y lanzamiento de los nuevos híbridos.
“En este negocio hay que pensar en tener dos o tres productos para cada zona, lo que implica manejar un portfolio de unos 20 híbridos”, apunta Galdós.
En tanto, Farengo destaca el hecho de tener un plan de mejoramiento propio, ya que colabora con la rentabilidad del negocio.
De lo contrario, las empresas requieren licenciar líneas precursoras (padres de híbridos), lo cual implica un costo de regalías (que puede rondar entre el 3 y 15% del valor de la bolsa, además del costo de la semilla básica), que, sumado la de los eventos, acota el margen de la actividad.
“En definitiva, el valor de un semillero es el de su programa de investigación”, apuntan los entrevistados. “Y si bien en maíz puede haber bastante en nuestro país, no es el caso del girasol, donde somos pocos los que desarrollamos genética”, agregan.
En esta campaña encararán la producción de dos nuevos híbridos de maíz y dos de girasol, que surgen del propio programa de breeding, que estarán disponibles al productor para la campaña 2009/2010. El paciente trabajo de mejoramiento comienza a plasmarse.

