Tal vez, al espíritu del productor este factor haya pesado más aún que el aumento de la retención, cosa que ya de por sí era grave. Es que el productor, aquí y en cualquier parte del mundo, siempre tiene la vista clavada en el cielo y en las pizarras de los granos.
Y la movilidad de las retenciones es un mensaje desolador: no importa cuánto llegue a valer el grano, que siempre cobrará lo mismo. Para el público urbano. Es como si el porcentaje de la retención de Ganancias aumentara más que proporcionalmente con el aumento de sueldo, de tal forma que el trabajador siempre gane lo mismo. Tal vez haya sido un error de cálculo del ministro Lousteau.
Tal vez, desde Puerto Madero le hayan bajado la línea de que había que hacer caja para la política de subsidios y el ministro se haya tentado a ponerle un toque personal e inventó el sistema de movilidad de las retenciones.
En todo caso se trató de un problema de orden técnico, fácilmente corregible. Tan fácil como fue corregir el diferencial de retenciones entre las oleaginosas y los subproductos, cosa que al ministro Lousteau le llevó 72 horas resolver por medio de una simple resolución. Pero hubo un desmanejo que llevó el conflicto de lo técnico al plano de lo político primero, y de ahí a lo social, pasando por lo ideológico y lo geopolítco: el interior contra la metropólis.
Un desmanejo que le cuesta carísimo a todos los argentinos. Porque el campo es algo más que el gringo que siembra trigo, maíz y soja, o que tiene vacas.
Es el que le provee los insumos para hacerlo. El que le alquila el campo. El que le siembra, le fumiga, le cosecha o le acopia el grano. El que le vende la chata. El que le financia un tractor o le alambra el campo. El que le vende la ropa a él y a su familia.
El que le refaccionó la casa. El que educa a sus hijos. Es más, es el que le provee insumos y servicios al que le provee insumos y servicios.
A todos estos le pusieron retenciones móviles. No solamente al gringo. Y estalló, pero no sólo el chacarero sino la comunidad que vive del chacarero. Fue el interior quien se levantó. Pero desde el Gobierno Nacional se ideologizó erróneamente el conflicto. No es un tema ideológico, es un tema de plata.
No se puede negar que hay un espectro ideológicamente opuesto al Gobierno que se monta sobre la protesta. Pero el sustrato, el fermento de la reacción, es el bolsillo. Tal vez se requiera un gesto de grandeza para no seguir ahondando esta fractura que se le está queriendo imponer a los argentinos. Porque la realidad es que en dos semanas de conflicto hemos perdido todos.
Los productores, los consumidores, el Gobierno, los municipios. Es el grano que se no se transporta. Las ventas que no se hacen. Los mercados que no operan. Los corredores que no tienen qué negociar.
Los barcos que esperan. Los remates suspendidos. Los alimentos que faltan en las góndolas.
El campo está ahí y va a seguir produciendo. Pero a no equivocarse: el chacarero es el aliado de la sociedad argentina, su generador de riqueza. Nunca, jamás, su enemigo.