Para pensar y meditar sobre cómo usar el campo y los recursos tenemos que estudiar y aprender, y con tanta información, tan desagregada, se iría la mayor parte del año. En este sentido, hay que estudiar los suelos para saber cómo son, cómo usarlos y, por lo general, cómo recuperarlos, lo cual implica no sólo comprender sobre qué superficie está parado, sino también evaluar cómo afectan sus características el resultado final del manejo que piensa darle y conocer el efecto tanto de recuperación como de degradación. No es posible decidir un incremento en un nivel de fertilización sin evaluar si esos recursos no se podrían usar más eficazmente en esa misma actividad agrandándola horizontalmente sin subir la intensidad o desarrollando otra.
En los últimos años aparecieron herramientas que surgen de nuevas tecnologías, siendo especialmente importantes, para esto, los llamados genéricamente DSS (siglas en inglés de sistemas de apoyo para la toma de decisiones), las cuales operan básicamente por medio de modelos que simulan tanto el crecimiento y producción física, como los análisis económicos necesarios para su mejor combinación, trabajando en conjunto para permitir comparaciones y diagnósticos imposibles mediante otras metodologías respecto de qué actividades desarrollar, su dimensionamiento y el nivel de intensidad apropiado para cada una, tanto en condiciones de certeza como de riesgo. Estos sistemas requieren una integración multidisciplinaria y un relevamiento exhaustivo, además de una permanente evaluación y validación de todos los parámetros involucrados. Desde hace unos cuantos años hemos integrado en el SATDER (Sistema de Apoyo para la Toma de Decisiones en Empresas Rurales) un equipo dedicado a resolver estos problemas, conformado por el Instituto de Suelos de Castelar y el Departamento de Agronomía de la EEA Pergamino del INTA, con una consultora macroeconómica.
