Las finanzas públicas acumularon hasta abril once meses consecutivos con recursos tributarios por debajo del nivel del gasto. La devaluación y el crecimiento del consumo de servicios esenciales baratos agravaron la dependencia del financiamiento del Banco Central y de la Anses.
La política de mantener un rezago de más de un mes y de más de sesenta días respecto del cierre de cada mes en la presentación de las cuentas de la Administración Pública Nacional es propia de tiempos en los que se agrava el déficit fiscal. La atención puesta en la saga de la deuda ha hecho que los mercados no reparen en las consecuencias del desajuste, pese a que ha sido siempre la madre de las grandes crisis financieras, cambiarias y de deuda de la economía argentina.
Sobre el cierre de la semana la Secretaría de Hacienda dio a conocer el resultado de los movimientos de la caja, dado que se trata la diferencia entre la suma de los recursos tributarios, los ingresos de la Anses y los provenientes de venta de bienes y servicios de la Administración Pública, y el total de los gastos pagados, no necesariamente los ejecutados.
Sin contabilidad creativa el saldo fue negativo en 4.320 millones de pesos antes del pago de intereses de la deuda. Significó un severo contraste con el superávit de 1.168 millones de pesos de un año antes.
Hábilmente, una vez más la Secretaría de Hacienda, a cargo de Juan Carlos Pezoa, presentó la planilla con un resultado superavitario de 672 millones de pesos, un 53% menor al que informó doce meses atrás, luego del auxilio financiero de la caja de los jubilados y del PAMI y en menor medida del Banco Central por 4.950 millones de pesos.
Según publicó Infobae, esa asistencia se multiplicó por 23 en el término de un año, es decir superó en 54 veces a la tasa de inflación del período que estimó el consenso de las estimaciones privadas y en más de cien veces a la suba de precios que acusaría el Indec si se decidiera a empalmar las series del viejo IPC con la del nuevo IPCNu.
Uno de los grandes responsables de semejante dinámica de la dependencia de recursos extraordinarios ha sido la aceleración desmedida de la cuenta de pagos de subsidios al sector privado: empresas, consumidores de bajos ingresos y también de medianos a altos recursos a partir de la devaluación del peso en enero, en un escenario de intensificación de la suba promedio de los precios y salarios en el conjunto de la economía.

