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La historia del Almacén Francou, un destino obligado en Villa Elisa

Ubicado a 15 km de Villa Elisa –Entre Ríos–, el almacén de ramos generales Francou nació en 1907 y sigue en manos de la familia con el mismo espíritu.

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Por Infocampo

El sol repica sobre los ojos de Olga Perroud, mientras ella se mueve en la silla buscando esquivar el resplandor que tiñe a Villa Elisa, una de las localidades del partido de Colón en Entre Ríos. Los Francou, abuelos de su marido, llegaron al pueblo en 1907 y construyeron un almacén de ramos generales que le proveía alimentos, ropa y herramientas de trabajo a la población de la zona. Más de un siglo y tres generaciones después, el negocio familiar se convirtió en un emblema turístico que atesora el espíritu de la colonia.

La historia de los Francou, como la de muchas otras familias rurales, fue retratada en el segmento “La Matera”, emitido todos los jueves en Pampero, el noticiero agropecuario de la TV Pública que cumple su primer año al aire.

En este caso, el segmento relata cómo la familia debió buscar alternativas para mantener en pie el almacén. Así, hace cerca de tres años, los Francou vislumbraron una posibilidad de crecimiento en el turismo rural, al que se acercaron mediante el programa Cambio Rural que lleva a cabo el INTA con el apoyo del Ministerio de Agricultura de la Nación.

“Nosotros nunca pensamos ser un atractivo turístico”, dice Olga entre risas y, quizá sin darse cuenta, señaló la principal característica que los distingue y que atrajo a más de 3.500 turistas el año pasado: “Es el único almacén de ramos generales que quedó en la zona y como no queríamos que deje de funcionar como tal, cerramos al mediodía”.

Para Olga, el almacén era un “shopping” de inicios de siglo XX que vendía una gran diversidad de cosas como mercadería, telas, ropa, objetos del hogar y herramientas y también tenía un bar que convocaba a los lugareños. A diferencia de lo que sucede en la actualidad, en aquella época, la gente iba una vez por semana y compraba todo lo necesario para esos siete días.

El almacén conserva su fachada y estructura originales: desde el mobiliario y las puertas hasta el sótano, el cual se restauró para ser visitado por el público. “Antes no había heladera en los hogares y, por eso, el sótano era una suerte de ‘refrigerador’ para conservar los alimentos”, especifica la emprendedora. En el lugar, también pueden apreciarse el primer contrato de 1907 que dio nacimiento al negocio, libros, fotografías y reliquias.

“Desde hace más de 100 años, el almacén está abierto, todos los días, y es atendido por la familia”, afirma con orgullo Olga, mientras comenta risueña: “Mi abuelo fue el primer cliente del almacén cuando recién lo abría el abuelo de mi marido”.

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