El doctor Esteban Hopp, profesor de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires e investigador del INTA, se muestra optimista ante los resultados de una nueva iniciativa contra el picudo, como parte de un proyecto financiado por los gobiernos de Formosa, Santiago del Estero, Santa Fe y Chaco.
“El objetivo final es desarrollar biotecnología para el pequeño agricultor ya que le resulta muy difícil combatir este insecto que desde hace diez o quince años ingresó al país y hace estragos”, enfatiza, al tiempo que agrega: “Aun para los grandes productores el hecho de aplicar insecticidas encarece tanto la producción de algodón que lo hace poco viable desde el punto de vista económico”.
Según informa La Nación, la investigación se basó en la cría del picudo en condiciones artificiales de laboratorio, con una dieta controlada. “Le sacamos el intestino medio, el lugar donde absorbe los nutrientes de la planta que se come. De ese tejido extrajimos el ARN mensajero (que lleva las instrucciones para poner en la práctica la información genética contenida en el ADN). Mandamos a secuenciar ese ARN mensajero, para tener un panorama de todo lo que está funcionando en las células del intestino medio. Por primera vez, obtuvimos información del genoma funcional del picudo”, informó Hopp.
De este modo, el equipo logró detalles de los genes expresados en el intestino del picudo, sitio clave por donde absorbe los alimentos. Por otra parte, detectó aquellos que podían ser interferidos a través de su ARN para que no logren digerir los nutrientes. “Acá atacamos al mensajero, el ARN. Debimos diseñar una construcción genética para ser expresada en la planta, pero que induzca la degradación del ARN mensajero específico de un gen esencial de la especie plaga, y que no afecte a la planta o a otras especies benéficas.”
Estas construcciones genéticas fueron ensayadas hasta ahora en tabaco y deberán ser transferidas al algodón, además de sortear muchas pruebas antes de poder ser accesibles al productor. “Deben pasar varios años de ensayo de campo”, advierte, pero se muestra muy satisfecho con los resultados obtenidos tras dos años de estudio.