Las especulaciones previas terminaron concretándose el martes por la tarde: el Gobierno decidió implementar retenciones móviles a los granos, que en la práctica significan un aumento de nueve puntos porcentuales para soja y siete para girasol, y una reducción de menos de un punto para trigo y maíz.
Quienes siguen esta página del semanario participaron de un ejercicio de lógica para tratar de anticipar qué decisión podía tomar el Gobierno en este terreno.
Primero dijimos que no había razón alguna para aumentarlas en trigo, porque todo está declarado y comprado(quedaría afuera magro millón de toneladas),con lo cual no había ni fin recaudatorio ni necesidad de bajar el precio en el mercado interno que justificara un aumento en el cereal. Acertamos. Pasando al maíz, una suba de los derechos de exportación nunca le viene mal a los productores de proteínas animales (huevos, cerdos, pollos, feedlot), porque les baja el costo dela materia prima.
Pero frente a la suba de los costos de producción, subirle las retenciones hubiera sido comprometer la próxima siembra. El Gobierno eligió jugar conservador con el cereal. Acertamos.
Ahora viene la soja. Dijimos que quedaba resto para declarar exportación, o sea que si el objetivo era recaudatorio acá sí podía haber plata.
No se puede hablar en cambio de desacoplar precios internos respecto de externos porque es mínimo el consumo local de la soja.
En tanto, el fin de semana pasado especulamos con que Lousteau tenía que definir qué hacer con el sistema de compensaciones, que este año no va a costar los $1.500 millones de 2007 sino posiblemente tres veces más.
Dijimos que una de las alternativas era que usara la lógica Miceli: financiar el gasto metiendo más retenciones a la soja. En enero de 2007 fueron 4 puntos porcentuales más. Ahora, el número fue nueve.
Lamentablemente, acertamos. Porque en verdad no es que Economía necesite desacoplar el precio de paridad de exportación de la soja del mercado interno, más cuando está aplicando una política de reembolsos a los refinadores de aceite (a pesar de eso se ha denunciado desabastecimiento).
Por otra parte, con el superávit fiscal que hay, tampoco pareciera ser esta un prioridad (se entendería si las retenciones fueran impuesto provincial y las aplicara Buenos Aires).
Más bien, entonces, este anuncio de las retenciones móviles parece ser la respuesta a la continuidad de la política de reembolsos, que en este nuevo año demandará unos $4.000 millones.
Lousteau apeló a la sojización como uno de los argumentos. Sacó de la galera un latiguillo que desde la misma actividad agropecuaria se esgrime: que por culpa de la soja se degrada el suelo, que está el peligro del monocultivo, que la soja corre a los tamberos y a los ganaderos, que hay que sembrar más gramíneas, que el glifosato y bla, bla, bla.
Y Lousteau les devolvió el paquete pero con un regalito: más retenciones. La única lógica posible detrás de esto es la recaudación. Y pensar que va acoplado a los reembolsos es parte del silogismo.
Pero si lo que realmente hay detrás es puro afán recaudatorio, entonces los procesadores pueden empezar a preocuparse. Porque el aumento de los derechos de exportación podría ser una de las pinzas de esta tenaza. La otra sería la levantada de los precios de abastecimiento sobre los quese calculan los reembolsos. Entonces el fisco recaudaría más y el tesoro desenvolvería menos.
Y después, que los procesadores vayan a pelearse con Moreno para que les libere en forma proporcional el precio de sus productos. Un escenario complicado, y sin empezar a hablar de la situación de los chacareros.