En marzo del año pasado, al ingeniero agrónomo José Portillo le tocó la difícil misión de suceder al frente de la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario a Marcelo Rossi, un veterinario que había estado desde el inicio de la oficina y que fue despedido con aplausos por el personal, luego de una pelea con Guillermo Moreno.
Además tenía que lidiar con un sistema que, tal como había anunciado la por entonces ministra de Economía, Felisa Miceli, iba a reasignar unos $1.500 millones, desde las retenciones (se les había subido 4 puntos porcentuales a la soja) a los usuarios de los granos, con el fin de compensarlos ante la suba de cereales y oleaginosas, y a cambio de sostener los precios a salida de planta.
Frigoríficos avícolas, molinos harineros, molinos de maíz, la industria láctea, los refinadores de aceites, productores tamberos, productores de trigo, granjas porcinas y feedlots fueron en incorporándose sucesivamente a este sistema.
Portillo venía del área técnica, como director nacional de Economía de la Sagpya. Su desafío era implementar un sistema que no registraba antecedentes, al menos en los últimos lustros
Hay que aclararlo: la Oncca tenía que ejecutar el sistema. El diseño y la orientación de la política de compensaciones fue y sigue siendo una responsabilidad del Ministerio de Economía y Producción.
En este sentido, la gestión de Portillo y Jorge Artundo (vicepresidente) tuvo como eje la publicidad de sus actos. Siguiendo el camino que había iniciado Rossi, todos los pagos de compensaciones fueron publicados en el Boletín Oficial de la Nación y subidos a la página de Internet de la Oncca.
De seguro que deben haber sufrido presiones de personas o empresas que consideraban que la exposición de esa información los podía perjudicar. Pero no hubo marcha atrás.
Y esta decisión a pesar de que en algún punto la transparencia le jugaba en contra, con periodistas y opinadores machacando en que unas pocas empresas habían recibido el grueso de los pagos.
Esto era verdad, pero no porque hubiera alguna discrecionalidad sino por la estructura misma de la actividad. Es evidente que en el sector lácteo, Mastellone y SanCor tienen la mayor parte del mercado. ¿O a quién querían que le pague la Oncca? Y lo mismo en avícolas con Granja Tres Arroyos y Rasic, o en los molinos con Cargill y el grupo Navilli (Cañuelas y Florencia).
Lo real es que si alguien pudo hacer estas “críticas” fue gracias a que hubo una decisión muy firme de documentar peso por peso a quién se le destinó, algo que otras áreas gubernamentales no tiene el lujo de darse.
