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De tez blanca y ancestros polacos, sus masajes tienen sabiduría india

Con Anahí, los caballos no son salvajes. Trabaja para mejorar la calidad de vida de los animales y descubrir nuevas terapias que mejoren su existencia. Pide que sus colegas incorporen estas nuevas e innovadoras técnicas

Con Anahí, los caballos no son salvajes. Trabaja para mejorar la calidad de vida de los animales y descubrir nuevas terapias que mejoren su existencia. Pide que sus colegas incorporen estas nuevas e innovadoras técnicas
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Por Infocampo

La veterinaria Anahí Zlotnik utiliza la homeopatía, los masajes terapéuticos y la aromaterapia en los caballos. Estudia su psicología y lenguaje corporal. Con esto crea un vínculo único con los animales que son “sus hermanos menores”. La historia de una mujer que ama los caballos y vive para mejorar su calidad de vida.

¿Cómo fue que empezó a utilizar este tipo de medicinas?

-Cuando empecé la facultad me di cuenta de que mi sensibilidad se había dormido. No me gustaba que fuéramos muchos alumnos para revisar un animal. Trabajaba con caballos dentro de un grupo de veterinarios y no me gustaba cómo los trataban, no había un vínculo del todo desarrollado. En ese momento me alejé y empecé a estudiar danza, eso me volvió a enfocar y pude organizar toda mi sensibilidad, que en la veterinaria tradicional se trunca. Un día se enfermó la perra de unos amigos, se estaba por morir, le dieron homeopatía y se salvó, ahí hice click, me dije eso es lo quiero y empecé a estudiar el tema con profundidad.

¿Por qué específicamente con los caballos?

-Dice mi mamá que a los tres años cuando vi un caballo por primera vez se me iluminó la cara. Cada vez que veía un caballo me volvía loca. Era de clase media y no había plata para caballos. Donde yo vivía, las calles eran de tierra y pasaba el sodero, el panadero y yo me subía a sus caballos. Me animaba a hacer de todo, era temeraria. Siempre amé los caballos, es algo mágico.

¿Cuando empezó a trabajar se encontró con mentes muy cerradas?

-Sí, sin duda, en algunos aspectos sigue siendo difícil. Hay una tradición que dice que al caballo hay que dominarlo, hay que primero someterlo y después pedirle que haga cosas. Incluso, no todos, algunos jinetes de las altas competencias son muy duros con sus animales. En Europa hace años que los equipos de competición viajan con sus fisioterapeutas. Si al caballo lo tratás bien te va a responder mejor. Cualquier medicina que demuestre que hay otro modo y hace tambalear una creencia no le gusta mucho a la gente. Sólo ahora algunos están abriendo las cabezas; igual cuesta mucho cambiar toda una ideología.

¿Fue muy difícil insertarse en este mundo siendo mujer y para colmo con algo distinto?

-Durísimo. Tuve bastante suerte en algunos aspectos porque cuando estaba en segundo año de veterinaria comencé a trabajar con los recibidos. Igual era difícil, cuando íbamos al hipódromo era un mundo de hombres y si bien no era tímida era muy complicado insertarse. Después me fui a Italia a entrenar caballos, me fue muy bien, y cuando volví tenía todas las puertas cerradas. Cuando empecé a hacer cosas diferentes a mis colegas no les gustó nada.

¿Nunca le dio ganas de abandonar todo y radicarse definitivamente en Europa?

-La verdad que sí; a veces me siento abatida y me dan ganas de irme. En 1977 estuve en Italia y surgió la posibilidad de quedarme allá y recorrer toda Europa. En ese momento sentí todo un desafío interno pero me decidí a volver porque amo a mi país y quiero trabajar acá. Cuando viajo a España a dar cursos y entrenar me dan ganas de quedarme pero cuando vuelvo las satisfacciones que encuentro acá valen por todo el sufrimiento anterior.

¿Qué siente cuando le hace masajes a los caballos, se crea un vínculo de energía, es muy trabajoso?

-No, para nada, el esfuerzo es el normal. Me canso cuando levanto manos y patas, a veces trabajo con animales de 500 o 600 kilos. Yo sigo bailando y eso me sirve para manejar mi cuerpo; es como que bailo con el caballo.

¿Entienden los caballos lo que les quiere transmitir?

-Cuando masajeo hay un intercambio, hay un lenguaje corporal silencioso. En el momento que empiezo a masajear les transmito información y ellos me transmiten sus sentimientos. Además hablo, les explico lo que les voy a hacer. Estoy atenta a sus reacciones, me fijo el lenguaje de su cuerpo, si mueve la cabeza, las orejas, y entiendo todo.

De lo que pudo decodificar, ¿cómo es la comunicación entre los caballos?

-Se comunican con el lenguaje corporal, con sonidos. También por telepatía, que muchos no la aceptan pero está. Pude observarlos en distintos campos en una hora específica cómo se miran. Se cree incluso que transmiten imágenes. Lo vivo cuando les hago masajes, les toco algún músculo y recibo una imagen de que fueron maltratados y por eso están así, luego los peones me confirman este castigo. Esto es un hecho que me ocurre muy seguido.

¿Qué lugar ocupan los equinos en su vida?

-Son mi vida. Como dijo San Antonio de Asís, los caballos son nuestros hermanos menores y así los trato, con mucho cariño y respeto.

¿Cuáles son sus proyectos de ahora en más?

-En octubre voy a publicar un libro. Tengo muchas ganas de participar en un concurso europeo, donde voy a presentar un proyecto de rehabilitación de dos caballos en riesgo, en donde un chico les haría de peón y esto serviría para recuperar a los caballos y que el joven pueda superar también sus problemas. Es algo muy lindo pero trabajoso. Pienso seguir entrenando y estudiando siempre para mejorar.

Por Yanina Otero

Redactora de Infocampo

infocampo@infobae.com

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