Publicidad Cerrar X

El gaucho: la conformación de un gran personaje

La historia del personaje que se adueñó del campo y del cielo, dominando la inmensidad sobre su montado, y durmiendo con un techo de estrellas sobre su recado. Por Raúl Finucci.

La historia del personaje que se adueñó del campo y del cielo, dominando la inmensidad sobre su montado, y durmiendo con un techo de estrellas sobre su recado. Por Raúl Finucci.
infocampo

Si quisiéramos hacer el terrible ejercicio de desandar la historia unos treinta mil años atrás, nos encontraríamos con un grupo humano cruzando el Estrecho de Bering para llegar a una América que en su vida se habrán imaginado cómo se llamaría.

Algunos parientes, unos dieciocho mil años más tarde, llegarían a lo que hoy es la República Argentina, haciendo gala de la misma ignorancia.

Pero la noticia, gran noticia… es que ya había campo.

Todo era campo, un campo distinto, con diferentes características, casi (o sin casi) sin árboles en la región pampeana, pero con las mismas sierras y montañas del norte, en esas provincias llamadas ‘de arriba’, y claro, la Cordillera de los Andes. Y del norte vinieron algunos de los que poblarían nuestro territorio, y a estos se sumaron la enorme cantidad de españoles que bajaron de los barcos para nunca más cruzar la mar océano, algunos por miedo a vivir la misma experiencia y otros para poner distancia a sus cuentas con la Justicia.

Todo era campo, y todo estaba por hacerse en estas inconmensurables distancias.

Los naturales que poblaron nuestras tierras vivían de la caza, la pesca y la recolección, encontrándose muy pocos antecedentes de cultura del trabajo del fértil suelo, cultura que sí tuvieron otras etnias de América.

La colonia española, que permitía el mestizaje y el intercambio de conocimientos, a diferencia de otras conquistas conocidas en el mundo, que a pesar de algunas opiniones fue mucho menos cruel, aprendió de las experiencias indígenas y enseñó mucho, sobre la siembra y la cría de vacunos y otras especies, y trajo el caballo y su forma de equitación a la jineta, elemento fundamental para el desarrollo del hombre que se formaría años más tarde, a mediados del siglo XVIII: el gaucho. Justo es reconocer que primero fue el indio el que llegó a montar, por imitación de los conquistadores y por ‘hacerse’ de caballos mansos, en sus ataques.

Todo era campo y cielo, y los criollos (según el diccionario, hijo de español nacido en América) debieron subirse al caballo, esos que fueron procreados por padrillos y yeguas dejadas después del fracasado intento de la primera Buenos Aires.

Debieron montar para dedicarse a las ‘vaquerías’, también llamada ‘caza de ganado’, que consistía en galopar detrás de los vacunos cortando sus tendones con una media luna de metal, muy afilado, colocada en la punta de una vara. De esta manera se derribaba a la presa que otros hombres, una vez desmontados, cuereaban. Cientos de vacunos por día eran ‘cazados’ de esta manera.

El cuero y las plantas autóctonas eran lo único que producía el campo por entonces, además de los pastos tiernos que ayudaron a generar inmensos rodeos, de mulas, yeguarizos y vacunos, que tapaban el horizonte, según testimonio de muchos viajeros. 

Luego el sebo, y más tarde la carne, con la instalación de los saladeros, fueron fuente de trabajo e ingresos para el fisco.

Estos jinetes de aspecto andaluz, que luego adoptaron el chiripá y la bota de potro, fueron los llamados pre-gauchos; algunos acemileros (los que andan con mulas) que formaban parte de los arreos que bajaban del Alto Perú, y que luego se afincaron en la inmensidad de las pampas; otros ‘maturrangos’, algo marineros, sin más remedio que el trabajo con la hacienda.

Todos comenzaron a conformar esa clase social llamada gaucho, la que se adueñó del campo y del cielo, dominando la inmensidad sobre su montado, y durmiendo con un techo de estrellas sobre su recado.

El gaucho conformó las milicias y los ejércitos que defendieron nuestras fronteras, con valientes como Güemes; cruzó ‘el Ande’ con San Martín; peleó para Dorrego o para Paz, a favor de Rosas o de Urquiza, y se enfrentó al ‘infiel’ para ganar los territorios que permitieron el desarrollo de la ganadería y la agricultura, actividades que conformaron otrora, la Argentina envidiada por el mundo entero.

Por Raúl Finucci. Director de El Tradicional.

Artículo publicado en la edición de esta semana de Infocampo Semanario

Alertas Infocampo por Whatsapp

Ingresa tus datos y número de WhatsApp en nuestro formulario para comenzar a recibir alertas personalizadas del sector agropecuario.
¡Mantente al tanto de las últimas noticias y actualizaciones en tiempo real!

Seguí leyendo:

Temas relacionados: