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Harina de otro costal

La decisión de la Unión Europea de que la harina de soja no es alcanzada por las patentes que afectan al cultivo, significa un importante respaldo a la posición argentina contra Monsanto. El Federal realizó una investigación exclusiva sobre este tema.

La decisión de la Unión Europea de que la harina de soja no es alcanzada por las patentes que afectan al cultivo, significa un importante respaldo a la posición argentina contra Monsanto. El Federal realizó una investigación exclusiva sobre este tema.
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Por Infocampo

En la larga, a veces insondable y casi siempre  brutal pelea entre el gobierno argentino y la empresa Monsanto, acaba de producirse una novedad de importancia: la Unión Europea, a través de la Dirección General de Mercado Interior y Servicios, sostuvo que no podía cobrarse regalías sobre la harina de soja -de la que la Argentina exporta a Europa por un valor anual de casi 3.600 millones de dólares- ya que “la protección de la patente no puede extenderse a los productos derivados en los cuales la información genética es residual y no ejerce ya su función génica”, sostuvo Thierry Stoll, director general de esa repartición madre que dicta entre otras cosas, las directivas en biotecnología.

La consulta al organismo supranacional había partido del embajador ante la Unión, Jorge Remes Lenicov, quien pidió al organismo su opinión en un tema central, ya que la empresa Monsanto inició ocho demandas contra los importadores europeos de la harina de soja argentina, pues argumenta que ese producto derivado de la soja RR (roundup ready), debe pagar regalías.

Las acciones de la empresa fueron calificadas de extorsivas por el secretario de Agricultura Miguel Campos y significan un duro escollo para un negocio nacional en crecimiento y que además es vital para la alimentación de los animales europeos. Si bien Thierry Stoll dejó en claro en su carta a Remes que le corresponde al Tribunal de Justicia Europeo la última palabra sobre la disputa -un hecho que naturalmente fue destacado por Pablo Vaquero, de Monsanto Argentina- significa un importante revés para la empresa: difícilmente los jueces puedan obviar la opinión de ese organismo en sus decisiones.

 

Espaldas anchas

 

Para el jefe de Gabinete de Agricultura, “esto es un importante espaldarazo, pero el fondo de la cuestión es que Monsanto no tiene la patente de ese evento en la Argentina, por lo que El fondo de la cuestión es que Monsanto no tiene la patente de ese evento, con lo cual no tiene derechos de propiedad intelectual sobre ese evento en la Argentina y por eso intenta hacerla valer en Europa”.

¿Este enfrentamiento no tendría como consecuencia que la Argentina no pueda acceder a nuevos descubrimientos biotecnológicos?, cuestionó El Federal.

“No estamos demonizando a Monsanto, simplemente estamos defendiendo principios que de ser vulnerados serían muy riesgosos para la sustentabilidad de la agricultura argentina. Que se puedan parar barcos en el exterior para reclamar regalías sería un precedente espantoso hacia el futuro. Nosotros cuestionamos fuertemente el procedimiento de la empresa a la que creemos mal asesorada en por ejemplo el abandono de la mesa de discusión, donde Monsanto no es un piojo. Monsanto no es el único proveedor de biotecnología del mundo, hay muchas firmas del mismo origen que no comparten su procedimiento, no hay ningún riesgo de que se bloquee el acceso a la Argentina y además, para Monsanto la Argentina es una fuente de ingresos importantísima y no sólo eso: sino un factor de aceleración de desarrollo de la misma empresa”, argumentó Lamarca. En el mismo sentido opina Juan Carlos Iglesias Pérez, de Ipesa S. A. y que tuvo un gran protagonismo en las leyes de propiedad intelectual de la década del 90: “hoy los eventos biotecnológicos “son de manual. Ya no va a haber inventos revolucionarios sino ocurrencias sobre ellos. Lo que hace Monsanto es terrorismo intelectual. La posición del gobierno argentino es la correcta, todo el resto es un disparate”.

 

Los límites

 

Rodolfo Rossi de Acsoja, una organización que agrupa a todos los sectores que componen la cadena de valor del cultivo, cree que “la batalla legal está ubicada en hasta dónde llega la patente: si hasta únicamente la primer venta o hasta la góndola del supermercado. Es un tema neurálgico en donde la posición de la Dirección General de Mercado es trascendente”.

-¿Pero cómo se soluciona esto?

“Es un camino sin retorno, tendría que existir un acto de cortesía y volver a la negociación”. Miguel Rapela, director de investigación y desarrollo de Relmó, coincide con Rossi en que la decisión europea afecta a Monsanto, “pero es el problema del vaso medio lleno. A todos les va mal porque el problema de fondo sigue sin resolverse”.

Para Vaquero, de Monsanto, la génesis de la cuestión reside en “la politización” que hizo Miguel Campos de la cuestión, sostiene que “se está falseando la forma en la que se está comunicando la decisión que entre otras formas no es una resolución final, pero se mostró dispuesto a dialogar para levantar los juicios. Una alternativa que hasta la Unión Europea dijo lo que dijo, aparecía como inasible.

 

Semillas en debate

 

En mayo, la secretaría de Agricultura presentó un nuevo régimen para la utilización de las semillas para “uso propio”, que en síntesis, ratifica la Ley de semillas de la década del 70, pero limita el uso de semillas para ser nuevamente sembradas a una cantidad similar a la de la campaña anterior. Por estos tiempos, una Comisión de Semillas en donde están representados todos los sectores, están discutiendo la cuestión para intentar destrabar definitivamente el conflicto madre, de la agricultura nacional.

 

Texto:

Carlos Russo

crusso@elfederal.com.ar

 

Fotos: Archivo El Federal

 

Nota publicada en la revista El Federal Nro. 119

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