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Agro latinoamericano: paralizado por diagnósticos equivocados

Por lo general, los problemas del agro en Latinoamérica son adjudicados a factores externos, como el FMI, la globalización y la OMC o la falta de créditos, pero existen soluciones educativas para solucionarlos.

Por lo general, los problemas del agro en Latinoamérica son adjudicados a factores externos, como el FMI, la globalización y la OMC o la falta de créditos, pero existen soluciones educativas para solucionarlos.
infocampo
Por Infocampo

En cada hectárea de tierra, los agricultores latinoamericanos producen en promedio: 3.189 kilos de arroz; 712 kilos de frijol; 3.288 kilos de maíz; 13.561 kilos de papas, y 2.090 kilos de trigo. No busquemos “chivos expiatorios”, estos bajísimos rendimientos son consecuencia de errores primarios, fácilmente corregibles, como por ejemplo no hacer test de germinación, no inocular las semillas, no hacer análisis de suelo, o no adoptar la rotación y la diversificación de cultivos.

También en ganadería, los indicadores zootécnicos son el reflejo de la no adopción de prácticas también elementales, como la falta de cuidados en el parto, no adopción de medidas de prevención contra enfermedades y parásitos, o una inadecuada o insuficiente alimentación.

Al contrario de lo que suele afirmarse, estos errores no se deben a los supuestos factores exógenos mencionados en el primer párrafo de este artículo, sino al hecho concreto de que la mayoría de los productores -no por su culpa, evidentemente- no posee los conocimientos, elementales, que son necesarios para evitarlos o corregirlos.

Además, muchos agricultores aún practican el mono o bicultivo y consecuentemente obtienen ingresos sólo una o dos veces al año, razón por la cual se vuelven tan dependientes del crédito rural.

Soluciones pragmáticas, similares a la diversificación productiva, deberían ser enfatizadas en las escuelas y factultades agrotécnicas; en vez de esperar que los economistas del Banco Central o los parlamentarios del Congreso resuelvan los problemas de los agricultores. También, la mayoría de los productores, mientras se quejan de la falta de recursos, sobredimensionan y mantienen en la ociosidad importantes inversiones en tierra, maquinaria e instalaciones, en lugar de formar grupos asociativos de trabajo.

En otro orden, los productores rurales más pobres suelen producir rubros de baja densidad económica que -coincidentemente- son consumidos por los habitantes urbanos de bajos ingresos. Aquí también es necesario capacitarlos para que produzcan rubros diferenciados, más sofisticados y de mayor densidad económica, como cultivos orgánicos o hidropónicos.

Estos son los principales problemas solucionables por los propios agricultores, que con mayor frecuencia afectan a la gran mayoría de ellos.

Los problemas, las causas y las soluciones están, principalmente, en las propias fincas.

Una fórmula simple

Si el sistema educativo rural proporcionase a las familias tan sólo las competencias (conocimientos, habilidades y actitudes) que necesitan para corregir estas ineficiencias, ellas mismas lo harían, reducirían los costos, mejorarían la calidad y agregarían valor a sus cosechas, incrementarían los precios de venta.

Polan Lacki

Especial para Infocampo

Ingeniero agrónomo, ex asesor de la FAO.

Por lo general, los problemas del agro en Latinoamérica son adjudicados a factores externos, como el FMI, la globalización y la OMC o la falta de créditos, pero existen soluciones educativas para solucionarlos.
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Por Infocampo

En cada hectárea de tierra, los agricultores latinoamericanos producen en promedio: 3.189 kilos de arroz; 712 kilos de frijol; 3.288 kilos de maíz; 13.561 kilos de papas, y 2.090 kilos de trigo. No busquemos “chivos expiatorios”, estos bajísimos rendimientos son consecuencia de errores primarios, fácilmente corregibles, como por ejemplo no hacer test de germinación, no inocular las semillas, no hacer análisis de suelo, o no adoptar la rotación y la diversificación de cultivos.

También en ganadería, los indicadores zootécnicos son el reflejo de la no adopción de prácticas también elementales, como la falta de cuidados en el parto, no adopción de medidas de prevención contra enfermedades y parásitos, o una inadecuada o insuficiente alimentación.

Al contrario de lo que suele afirmarse, estos errores no se deben a los supuestos factores exógenos mencionados en el primer párrafo de este artículo, sino al hecho concreto de que la mayoría de los productores -no por su culpa, evidentemente- no posee los conocimientos, elementales, que son necesarios para evitarlos o corregirlos.

Además, muchos agricultores aún practican el mono o bicultivo y consecuentemente obtienen ingresos sólo una o dos veces al año, razón por la cual se vuelven tan dependientes del crédito rural.

Soluciones pragmáticas, similares a la diversificación productiva, deberían ser enfatizadas en las escuelas y factultades agrotécnicas; en vez de esperar que los economistas del Banco Central o los parlamentarios del Congreso resuelvan los problemas de los agricultores. También, la mayoría de los productores, mientras se quejan de la falta de recursos, sobredimensionan y mantienen en la ociosidad importantes inversiones en tierra, maquinaria e instalaciones, en lugar de formar grupos asociativos de trabajo.

En otro orden, los productores rurales más pobres suelen producir rubros de baja densidad económica que -coincidentemente- son consumidos por los habitantes urbanos de bajos ingresos. Aquí también es necesario capacitarlos para que produzcan rubros diferenciados, más sofisticados y de mayor densidad económica, como cultivos orgánicos o hidropónicos.

Estos son los principales problemas solucionables por los propios agricultores, que con mayor frecuencia afectan a la gran mayoría de ellos.

Los problemas, las causas y las soluciones están, principalmente, en las propias fincas.

Una fórmula simple

Si el sistema educativo rural proporcionase a las familias tan sólo las competencias (conocimientos, habilidades y actitudes) que necesitan para corregir estas ineficiencias, ellas mismas lo harían, reducirían los costos, mejorarían la calidad y agregarían valor a sus cosechas, incrementarían los precios de venta.

Polan Lacki

Especial para Infocampo

Ingeniero agrónomo, ex asesor de la FAO.

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