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El potencial regional de los sabores menos tradicionales

En la Argentina, la superficie implantada de arándanos, kiwis, bananas y mangos experimenta un importante avance con gran potencial para las economías regional.

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Por Infocampo

Mientras el arándano se orienta a la exportación, el kiwi se destina principalmente al mercado interno. La banana y el mango son los principales cultivos tropicales de una cadena en la que predominan los productores chicos y familiares, con difícil acceso a la tecnología. En este sentido, Enrique Sánchez, coordinador del  Programa Nacional de Frutales del INTA, expresó: “Los cultivos tropicales tienen abierta la posibilidad de expansión si se trabaja en un plan estratégico regional con el apoyo concreto tanto del gobierno nacional como de los gobiernos provinciales”.

Entre los frutales, la producción de kiwi es una de las de mayor rentabilidad y potencial de crecimiento en la Argentina. Si bien su superficie se duplicó en los últimos 10 años, cerca del 60 % de la fruta que se consume es importada.

Actualmente se estiman unas 800 has de kiwi, de las cuales cerca del 50 % está en el sudeste de la provincia de Buenos Aires. Por sus condiciones climáticas, cercanía al mar y fácil acceso a los mercados, es una zona con gran potencial, donde aumentó la superficie implantada y de servicios, con nuevas plantas de empaque y cámaras de frío para almacenamiento.

“La necesidad de conformar una asociación y de contar con un protocolo de calidad que permitiera obtener y certificar un producto de alta calidad y diferenciado en el mercado fueron prioritarias”, aseguró Alejandra Yommi, del INTA Balcarce, Buenos Aires.

En el 2012, se creó la Cámara de Productores de Kiwi de Mar del Plata, con la colaboración del INTA, tanto para su fundación como para armar el protocolo de calidad y procesos. “Hoy, los productores de kiwi asociados a la cámara trabajan con este protocolo de calidad, consensuado, que tiene como norma cosechar el fruto cuando alcanza una madurez óptima y hacer un manejo en postcosecha adecuado y cuidado”, expresó Yommi. Se reconoce en el mercado por la presencia de una oblea en las cajas, que certifica su calidad controlada, que “esa fruta se ha cosechado con una madurez adecuada y que ese producto es de una mejor calidad”, comentó.

En los últimos años, la intervención del INTA permitió ajustar los índices de cosecha, prolongar su período de almacenamiento, hasta unos 6 meses– y así competir con el kiwi italiano en contraestación–, reducir pérdidas y mejorar su calidad.

Si bien hoy la producción apunta a abastecer al mercado local, “internacionalmente hay una demanda insatisfecha muy importante, por lo que hay altas posibilidades de crecimiento del área de producción para esta fruta”, afirmó Yommi.

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