Investigadores del INTA secuenciaron material genético inédito de árboles nativos patagónicos para desarrollar herramientas que permitan asistir a su mejoramiento y conservación, y explorar su resistencia a condiciones ambientales adversas en un contexto de cambio climático.
“Había pocos marcadores moleculares caracterizados y, a través de la investigación, pudimos contar con miles, muchos de los cuales permiten conocer genes de resistencia contra condiciones de estrés abiótico nunca descriptos para el grupo de Nothofagus patagónicos”, expresó el investigador principal del trabajo, Esteban Hopp.
Los investigadores del INTA Castelar y Bariloche monitorearon genes funcionales en distintas especies de la familia Nothofagaceae, y se abocaron al estudio de la lenga, el roble y, específicamente, la Nothofagus nervosa (comúnmente llamada “raulí”), por su potencial de domesticación y por ser la especie que mejor responde a condiciones de estrés termo-hídrico.
En este sentido, los factores ambientales que lo generan determinan la distribución, el crecimiento y, sobre todo, la supervivencia de los forestales en ciertas zonas. Por lo tanto, entender sus mecanismos de respuesta es importante tanto para preservar la actividad forestal productiva como para conservar el medio ambiente en general.
Según la Organización de las Naciones Unidades para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) “en el próximo siglo el clima de la Tierra se modificará más rápido que la capacidad de muchos ecosistemas forestales de adaptarse o de establecerse en lugares más propicios”, razón por la cual el cambio climático podría representar una amenaza a gran escala para diversas especies.
En este sentido, las especies latifoliadas del género Nothofagus representan un 80 por ciento de los Bosques andino-patagónicos y la N. nervosa es un ejemplar destacado por su valor ecológico y económico, ya que se extiende desde 600 a 1200 metros sobre el nivel del mar y, a pesar de que requiere de suelos profundos, bien drenados, ambientes húmedos y temperaturas moderada, es capaz de adaptarse a condiciones ambientales adversas como las bajas temperaturas, los fuertes vientos y, en menor grado, la sequía.
El integrante del Grupo de Genética Ecológica y Mejoramiento Forestal del INTA Bariloche, Leonardo Gallo, destacó que “si el cambio climático provoca que las temperaturas medias aumenten y las lluvias disminuyan, es probable que muchos arboles mueran y el raulí ya no cuente en muchos sitios con las condiciones micro-ambientales que necesita para regenerarse”.
Asimismo, destacó que “se espera que la especie migre al Oeste en donde la humedad sería mayor y, hacia arriba de la montaña, donde la temperatura sería moderada, en un tiempo que le permita a las especies ajustar su constitución genética a esos ambientes.”
Sin embargo, si el cambio climático es acelerado, los investigadores deberán usar esa información genómica para realizar una “migración asistida” mediante la plantación de ejemplares, con requisitos adaptativos, en zonas más húmedas o más frías.

