La experiencia se origina en marzo de 2008, cuando productores vitivinicolas del este mendocino concurren a la Agencia de Extensión Rural del INTA Junín de Mendoza. Siete agricultores familiares conectados entre sí por relaciones de vecindad y sin trayectoria de trabajo conjunto, se unieron ante la necesidad de preservar la fuerte tradición en la elaboracióon y producción artesanal de vinos para el consumo familiar.
La zona este mendocina es la mas extensa y productiva de la Argentina, caracterizada por mantener las producciones tradicionales de sus ancestros.
El modelo vitivinícola actual está concebido principalmente desde una lógica de inserción mundial, donde se prioriza el comercio externo como motor del crecimiento, con parámetros de calidad impuestos por este mismo mercado. El modelo planteado exige una fuerte adaptación de los viticultores tradicionales que comprenden, no sólo cambios de variedades e incorporación de tecnologías, sino también cambios culturales. En este sentido entre las alternativas se encuentra iniciar un camino basado en el agregado de valor que hoy permite mejorar los ingresos de las y los agricultores familiares.
La realidad del comercio externo llevó a los pequenos producotres a pensar en diversas formas de ingresos económicos que hoy les permite continuar desarrollando su actividad y satisfacer sus necesidades. Es por esto que se ha pensado en una alternativa con una fuerte impronta en el mercado interno, que agrega valor a los saberes presentes en el territorio. En este sentido, sólo algunas de las familias integrantes elaboraban vino para consumo familiar y realizaban ventas en un círculo cercano. Así nació la propuesta de elaboración de vino casero, como una forma de agregar valor a su producción y mejorar sus ingresos.
Con el acompanamiento y asesoramiento técnico del INTA y el Centro de Desarrollo Vitícola se gestó el proyecto, en el marco de la reglamentación del Instituto Nacional Vitivinícola (INV). En 2009 con un crédito del PSA de la Subsecretaría de Agricultura Familiar se compraron una moledora de uso común móvil y tachos de fermentación, tapadoras y elementos menores para cada productor. También desde la SsAF se implementaron políticas concretas de inclusión como el Monotributo Social para el Agricultor Familiar y el RENAF.A partir de la incorporación de estas tecnologías durante esa temporada se comenzó a elaborar el vino con volúmenes de entre 3.000 y 4.500 kilos de uva por productor, con un promedio de 2.400 a 3.600 litros de vino por familia, teniendo en cuenta el límite de 4.000 litros de elaboración permitido por el INV para la categoría de vinos caseros.